Esta pieza visualiza la intersección entre la dureza inmutable de la arquitectura y la efímera profundidad de la experiencia humana.
Las formas geométricas y las líneas nítidas evocan la solidez de los espacios construidos, mientras que los acentos de azul claro y rosa insinúan la presencia del alma humana que habita y da vida a estos espacios. Cada elemento de la composición es un diálogo entre la permanencia y el cambio, entre lo estructural y lo emocional, ofreciendo una reflexión sobre cómo nuestras creaciones físicas resuenan con nuestras vivencias internas.