Es una invitación a sumergirse en un universo donde la geometría y el color colisionan y dialogan, creando un paisaje que desafía nuestra percepción cotidiana.
Cada forma y línea en esta obra no es solo un elemento estético; es un símbolo, un pedazo de un rompecabezas que compone la complejidad de nuestra realidad.
Las formas angulares y triangulares dan vida a un dinamismo que parece moverse y cambiar ante nuestros ojos, sugiriendo que la realidad no es estática sino fluida y siempre en transición. Los tonos rosados, audaces y vivos, irrumpen en la escena como una declaración de la presencia ineludible de la luz, incluso en los espacios más oscuros de la existencia.
Esta pieza es un caleidoscopio fracturado, una representación de cómo las múltiples facetas de la vida se unen para formar un todo. es un recordatorio de que cada fragmento, no importa cuán pequeño o aparentemente insignificante, tiene lugar y un propósito en el gran esquema de las cosas.