En esta obra, exploro la intersección etérea entre la creación humana y la naturaleza indomable. Los edificios, delineados con precisión, se alzan como monolitos de nuestra civilización, contrastando con la fluidez azulada que representa el espíritu libre del mundo natural.
Cada línea y cada forma en esta pieza no son solo elementos estéticos; son símbolos de la red intrincada de nuestras vidas, conectando la rigidez de la arquitectura con la imprevisibilidad del agua. Esta obra es un diálogo visual, una danza entre lo construido y lo nacido, lo planeado y lo espontáneo.
Te invito como espectador a contemplar cómo nuestras realidades se entrelazan, y a reflexionar sobre el equilibrio delicado que mantenemos con el entorno que nos rodea.